La Escuela de Comparsa Luislopista – hace parte del Colegio Luis López de Mesa (IED), ubicado en la localidad de Bosa- y es una de las iniciativas con más arraigo y acogida dentro de su comunidad escolar. Jhon Ricardo y Tamara, dos profesores de educación física, son comparseros experimentados que decidieron unir esfuerzos para integrar estudiantes de distintas generaciones a través de prácticas artísticas como la música, la danza y el teatro. Este grupo estudiantil ha preparado -entre un repertorio de montajes- una comparsa itinerante llamada Bosa, boceteando la paz, ganadora de la beca de creación Escuelas que desde el arte y la cultura construyen memorias para la paz y la reconciliación, otorgada en 2018 por el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación, en el marco del Programa distrital de Estímulos de la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte.
La comparsa, como la define el profesor Jhon Ricardo, consiste en “un ejercicio itinerante que abarca diferentes campos artísticos para contar hechos de la vida del ser humano”. Un grupo conformado por bailarines, actores e intérpretes de música da vida a un performance móvil y callejero en el que mediante canciones, arengas y figuras se reconstruye una historia. De acuerdo con Jhon, la comparsa “permite abordar -a través del arte- temas que a veces son tabú dentro del plan de estudios, o [que] simplemente no los cobija”. En este caso, se tratan temas relacionados con el conflicto armado en Colombia, a partir de preguntas como: ¿qué es la paz?, ¿qué es la guerra?
Al identificar en la comparsa un gran potencial comunicativo para activar la reflexión sobre la violencia en Colombia, Tamara y Jhon Ricardo concibieron la idea de empezar un proceso artístico relacionado con la construcción de paz pues también reconocían la necesidad de gestar un ejercicio pedagógico para el reconocimiento de la historia del país en el que vivimos. No obstante, en un contexto donde la libertad de expresión enfrenta tantos desafíos, el reto principal del proyecto ha sido visibilizar la perspectiva que tienen los y las estudiantes sobre el conflicto armado y la paz en Colombia.
De acuerdo con Sol, una de las comparseras, la puesta en escena narra una disputa constante entre las fuerzas de la vida y las fuerzas de la guerra, representada por la cruz de la sociedad colombiana: una violencia que no cesa y que, en cambio, muta de forma permanente. Una violencia que se ha ensañado de forma particular con los menos favorecidos: campesinos, estudiantes, artistas, músicos, entre otros. “Por medio de esta comparsa quisimos ser los voceros de estas personas, ya que ellos no pudieron estar acá contando su historia. (…) Quisimos transmitir que no podemos callar más, no podemos seguir en esta guerra que no es de nosotros”, nos cuenta Leslie. Finalmente, las fuerzas de la vida logran vencer a las fuerzas de la muerte a través de herramientas como el arte, la educación y la música. El montaje de la comparsa en gran parte es una tarea de los comparseros y comparseras –estudiantes de distintos grados de primaria y bachillerato-. Ellos mismos diseñaron el vestuario y pensaron sus símbolos de utilería. Así se consolida un ejercicio participativo desde sus primeras fases. Por todo esto, Yulieth se refiere a la comparsa como un ejercicio de memoria “que siempre llega desde el corazón”.
De otra parte, el mayor logro que destaca el profesor Jhon es la incorporación a su producción de otras manifestaciones artísticas –como algunas piezas de la colección fotográfica de Jesús Abad Colorado-, convirtiendo a la comparsa en un punto de convergencia de distintas reflexiones sobre la construcción de paz, en la que se contemplan visiones externas e internas sobre la realidad colombiana y el conflicto armado.
Así pues, la comparsa -como herramienta artística- hace su aporte a la paz y a la reconciliación mediante la visibilización de la capacidad de creación de los niños, niñas y adolescentes en un contexto de posacuerdo. La tarea de resaltar la capacidad que tienen en su entorno inmediato nos recuerda que la paz se construye en la cotidianidad, haciendo uso no solo de nuestra memoria, sino también de las virtudes de nuestra imaginación.
